FLORA Y FAUNA

El municipio de Villamanín no se destaca por la amplitud de su arbolado: Fue territorio fronterizo, de ´bustos´ o quemados del monte, donde asentar ganados y colonos. Los ejemplos se multiplican aún hoy día en la toponimia de los pueblos: Así ´Bustamores´ y ´Bustamarca´ en Pendilla, ´Busbudel´, en Busdongo, ´Bustuburín´, en Casares, ´El Bustillo´, en Millaró, ´Busto´, en Poladura, y el propio pueblo de ´Busdongo´

Después de esta orgía del fuego, la superficie arbolada del municipio, según el ´Atlas de León´, alcanza las 3.800 ha. , pero de ellas solo 100 son consideradas como ´monte maderable´.

Por ello, aparte de algunas masas de haya, roble o pino de repoblación, a más de los arbustos habituales que adornan las riberas de los ríos, donde abundan las orquídeas amarillas y rojas, el territorio se desnuda hacia el norte de pradería y monte bajo, donde pervive una endémica vegetación típica de los canchales: Aliagas, urces, cantuesos, tomillos, cervunales y los piornos y retamas que en primavera enceguecen la visión. Una pluviometría de 1.257 mm./año hace que el territorio se catalogue como ´húmedo superior´, a lo que colaboran las nieblas que persistentemente se asoman del norte.

La fauna mantiene, a pesar de la huella omnipresente del hombre, el latido salvaje del territorio: Corzo, rebeco, lobo, jabalí, águila, milano, perdiz, ánade, trucha... y el paso ocasional del oso pardo, en busca de los frutos silvestres (arándano y grosella) o panales de miel. Es una fauna residual, de los territorios no contaminados, acosada por la civilización, pero defendiendo su ´hábitat´ entre los pliegues de los valles, los recodos del río, las oquedades de los riscos.

La geografía, la fauna y la flora de este territorio de altura es, no obstante, más para verla que para contarla.